Dentro de la educación básica formal de todo el mundo, hay un espacio amplio reservado para la enseñanza de la lectura y la escritura, comenzando con el dominio del código (la lengua), para continuar con el perfeccionamiento de las habilidades básicas 1 . Pese a esto, en el imaginario colectivo colombiano no hay una utilidad específica para este saber, es decir, la lectura y escritura se perciben como una obligación, un requerimiento de la escuela para otorgar una certificación. Con suerte, habrá quien piense que la lectura y la escritura adecuada pueden ser de provecho en el ámbito laboral y académico, indispensable en el la sociedad actual. Salvo quienes optan por tener un oficio directamente relacionado con la lectura y la escritura (como periodista, abogado, docente de lengua, entre otros), poco se ocupan de aprender conscientemente las técnicas para estas dos actividades. Incluso, es probable que los docentes de lengua y literatura tampoco tengan un panorama claro de la importancia de la enseñanza de la lectura y la escritura, porque de ser así, posiblemente tras años de educación, quienes han pasado por las aulas como estudiantes tendrían amplias claridades en este aspecto.
El siguiente texto, intenta proponer tres posibilidades que enaltezcan la importancia de la enseñanza y el aprendizaje de la lectura y la escritura. Es de aclarar, en primer lugar, que la pretensión no es lanzar afirmaciones que sean consideradas como verdades indiscutibles y absolutas, sino hacer un ejercicio reflexivo y argumentativo, que pueda considerarse referente para la labor del docente. En segundo lugar, el énfasis del escrito recaerá en las prácticas de escritura, pero, para efectos de claridad, se hará mención de la lectura y la escritura al mismo nivel, por ser cada una complemento esencial de la otra.
Escritura y cognición
Básicamente, la escritura es un conjunto de signos que representan los sonidos que constituyen una lengua. Esto entonces, genera que la comunicación, inicialmente oral, pase a otro nivel. Desde el punto de vista de la estructura, ésta tiene particularidades que no comparte con la oralidad, por ejemplo, la repetición de palabras, el uso de sonidos onomatopéyicos, aclaración de ambigüedades con gestos y tonalidades de voz, entre otros, difícilmente podrían estar inmersos en un texto escrito. Por otra parte, el hecho de que la escritura genera que la información permanezca por más tiempo en el medio que se comunica, y que no cuente con elementos extralingüísticos tangibles, requiere que su construcción sea pensada para que el receptor reciba el mensaje con claridad, que haya la menor cantidad posible de obstáculos entre la idea escrita y el lector, para que sea posible la comprensión del texto. Para este fin, es indispensable que quien escribe sea consciente del proceso que está realizando.
Las estructuras cognitivas, siendo las responsables de fijar en la memoria a largo plazo las experiencias significativas, es decir aprender, también hacen posible la intervención sobre el aprendizaje; a este proceso se le denomina metacognición. Los profesores Rubén Darío Hurtado Vergara, Luz Adriana Restrepo Calderón y Oliva Herrera Cano, (2003) en su texto Escritura y metacognición citando a Baker refieren que: “Cuando hablamos de metacognición hablamos de la conciencia y el control que los individuos tienen sobre sus procesos cognitivos. El término metacognición alude a dos componentes básicos: el saber acerca de la cognición y la regulación de la cognición.” (p. 3)
Lo anterior es fundamental para comprender los procesos escriturales. Para expresar ideas o sentimientos por escrito, no basta con nombrar algunas emociones o hacer aproximaciones vagas de lo que se está pensando. La escritura debe tener una intención, de la cual depende cómo se va a figurar; por ejemplo, no será igual la forma y el contenido de un texto que se hace con fines académicos al que se realiza con una línea estética y literaria. Además, habrá que asegurarse de ser claro en lo que se pretende decir, facilitando la comprensión. Estas consideraciones son claves al momento de escribir. Pasar por alto algo de esto, puede desencadenar un texto denso incomprensible, que no cumpla con la función básica del lenguaje: la comunicación.
Las habilidades básicas del lenguaje, son aquellas que posibilitan las interacciones sociales entre los sujetos. Hablar, escribir, escuchar y leer, son indispensables para interactuar con otros individuos. De su buen uso, depende que la comunicación sea efectiva o no. El ejercicio de las habilidades básicas, con intención de alcanzar niveles altos, es función de la academia. Entonces, el desarrollo cognitivo debe ser un objetivo permanente en la enseñanza de la lengua, por encima de buscar que se memoricen estructuras lingüísticas prescriptivas, que poco aportan a las estructuras mentales.
La vida multimedial
En el prólogo de La cocina de la escritura Cassany (1995) es enfático en decir que “La vida moderna exige un completo dominio de la escritura. ¿Quién puede sobrevivir en este mundo tecnificado, burocrático, competitivo, alfabetizado y altamente instruido, si no sabe redactar instancias, cartas o exámenes?” (p.13). Bien lo ha referido el escritor en su pregunta, en un mundo globalizado, que en lo tecnológico avanza rápidamente, donde cada vez es más fácil acceder a la información y las cifras de analfabetismo disminuyen, los espacios laborales son altamente competitivos. En la medida que se abre la posibilidad de acceder a la educación, los sujetos mejor preparados tienen más posibilidades de alcanzar triunfos a nivel laboral. El contexto requiere una sociedad preparada para enfrentar retos intelectuales y la academia es la
encargada por excelencia de brindar las herramientas que serán utilizadas en la cotidianidad.
Los saberes, como las ciencias exactas y las humanidades, tienen en común que el medio para la trasmisión y apropiación del conocimiento es el lenguaje. Si no se dominan ciertas habilidades discursivas, el desenvolvimiento de un individuo en el ámbito profesional va a ser precario. Para ser competentes, es necesario tener las capacidades comunicativas entrenadas, a través de las cuales se hacen evidentes las habilidades de los sujetos.
La educación formal puede no ser suficiente para brindar las herramientas necesarias para que un sujeto responda plenamente a las exigencias del medio, sin embargo, si es posible estructurar bases sólidas, que sirvan de soporte para el aprendizaje independiente. Si se tiene plena conciencia de la utilidad del conocimiento, y se es práctico en las demandas de un medio globalizado, los individuos pueden hacer uso de los instrumentos cognitivos que le brindó la escuela y buscar los medios de mejorar lo que haga falta de forma independiente.
El gusto de escribir
En algún momento de la vida, imaginamos qué podríamos hacer en el futuro. Dependiendo del gusto y de la influencia del contexto, las aspiraciones varían, pero todos nos hemos pensado haciendo algo de nuestro agrado. Tendemos a visualizarnos imitando a los personajes reconocidos de nuestro medio. Siempre habrá quienes piensen en ser astronautas como Neil Armstrong, en tocar la guitarra como Jimi Hendrix, o en descubrir algo importante como Marie Curie. Tal vez con menos frecuencia, aparezca alguien interesado en ser un nobel de la literatura como Gabriel García Márquez o un gran poeta como Mario Benedetti. Las preferencias moldean los sueños.
La literatura, al igual que las otras artes, es una forma de expresar lo que se piensa o se siente. No sólo los artistas disfrutan del arte, el producto artístico es deleite para quien se ponga en contacto con él y logre identificar sus ideas o sus emociones en lo que perciben sus sentidos. El arte evoluciona y cambia a la par con la humanidad, y la inspiración para producirlo se genera con él mismo. Encontrar regocijo en el arte, puede producir un despliegue creativo en un sujeto, que no se conforme con el goce de la recepción, sino que quiera ofrecer a sus semejantes sus capacidades e innovaciones y busque los medios para conseguirlo.
La literatura es sin duda inspiradora. Disfrutar de la lectura, apreciar los detalles que se involucran en una historia, navegar sin precauciones en el mar de emociones que puede ofrecer una obra, son una buena provocación para escribir. No es necesario ser grandes conocedores de la historia de la literatura, las teorías literarias o los estilos adecuados, basta con una obra o fragmento que logre movilizar fibras emocionales en un sujeto, para conseguir la motivación suficiente para escribir. Los acontecimientos dolorosos hacen parte de los interruptores para iniciar un escrito. Siendo los sentimientos negativos comúnmente los más significativos, buscan una vía de escape, y encuentran un buen rumbo en la literatura. La escritura entonces no se limita a los ámbitos académicos o laborales, también encuentra asidero en el placer. Disfrutar también es una alternativa válida para todos los que pretenden escribir. Como hemos visto, la escritura influye en aspectos importantes de la existencia; desde tiempos remotos lo ha hecho y lo sigue haciendo. Los medios de escritura han cambiado con las nuevas tecnologías, pero el propósito comunicativo sigue intacto. Escribir entonces fortalece los procesos cognitivos, tiene una función social imprescindible y tiene el poder de generar satisfacción; enriquece nuestra humanidad desde diferentes focos. Educar en su importancia tal vez genere escritores más asiduos y conscientes, interesados en la función comunicativa y significativa de los textos, y no solo preocupados por cumplir con las estructuras de un formato. Su lugar en la educación no se cuestiona, por razones sistemáticas y argumentativas, pero más allá de eso, lo importante es formar es escritores consientes y reflexivos que procuren un diálogo que construya sociedad.
Por: Carolina Rusinque, Directora Learning Support CenterMarily Peláez Penagos
Didáctica de la Escritura