Con frecuencia recibo comunicaciones de diferentes amigos y conocidos hablando sobre el modelo de educación finlandés. Me explican que allá no tienen tareas y que las jornadas de los escolares son reducidas. Dicen que los resultados en las pruebas estandarizadas son excelentes y que allá los niños son felices. Me he puesto a la tarea de revisar con mucho detalle estas comunicaciones así como diferentes estudios muy profundos sobre este modelo y he encontrado que el secreto de Finlandia no son estas estrategias per se, sino que el modelo que tienen allá se acomoda a sus necesidades y a su realidad. Lo mismo ocurre en Singapur o en Canadá que a partir de modelos distantes al finlandés han logrado cambios positivos en la educación.
Definitivamente en un país de rutinas dadas por las estaciones, con gran parte del año en invierno y un esquema económico avanzado como el nórdico, ofrece una cultura y un ambiente muy distinto a nuestra cultura tropical, en donde las estaciones no existen y tenemos un sistema económico que además de precario, está seriamente afectado por la corrupción y la violencia. En un país como el nuestro, es clave que formemos en los estudiantes unos hábitos de trabajo sólidos, bajo un modelo ético que sea inquebrantable.
Es clave que nuestros estudiantes y más aun sus familias, entiendan que para conseguir las cosas hay que luchar con perseverancia y que la felicidad no es más que el resultado de un proceso en donde hay que sortear muchos obstáculos y aprendizajes. La felicidad en sí no existe en abstracto, sino que siempre estará relacionada con la consecución de un logro y cuanto más grande sea el obstáculo, mayor será la felicidad.
El tema de si se deben dejar o no tareas, o si la jornada debe empezar a X o Y hora es cosmético y menor en nuestro país frente al debate que debemos hacer sobre cómo formar personas con la rigurosidad, la disciplina y los valores necesarios para sacar la sociedad de la corrupción y de la chambonería.
Por: Telmo Peña Amaya, Rector Vermont School